lunes, 18 de abril de 2011


La ingeniosa utilidad de las sobras

Su presencia nunca falta en nuestras mesas, sacarle provecho es clave cuando el tiempo es corto y el hambre es grande. Esta es la anécdota y consejos de un modesto aprendiz que hizo de ellas, una mixtura de sabores.

Todo marchaba a pedir de boca. Se relamían los labios, pedían repetición de postre; más tarde, un vasito más de ese Cabernet Sauvignon que me esta tentando, y Mario y Blanca rechinaron copas y celebraron la cena mientras visualizaba mi nueva posición en la revista: jefe de informaciones. No tan pronto, aprendiz, repetía y repetía. Muy rico todo y salud.

Provecho, y espero puedan venir otra vez-. - Nos vemos mañana, David. Te defiendes en la cocina, compadre. Te felicito. Ya sabes, si te quedas sin chamba, hay tienes un as bajo la manga -, rieron los dos. Un abrazo con olor a enrollado de pavo despidió a ambos. Bajamos las escaleras. Dos invitaciones más y el ascenso estará cocinado, pensaba mientras los veía perderse en su Volswagen Beetle plateado sin saber que lo peor me esperaba allá arriba.

Platos con crema blanca, copas teñidas de ese tinto embriagador, porciones generosas de tallarines por aquí y por allá, pedazos de enrollado que no se pudo acabar adornaban ahora la cocina, sin contar las porciones de selva negra que aún quedaban para meterle diente, las masitas de wantanes por preparar y la espinaca que nunca utilicé en la ensalada. Comida hay, pensé de eso no me preocupo, pero ¿cómo sacarle provecho a éstas sobras deliciosas?

Había que transformarlas, reinventarlas y engañar al ojo con una vestimenta apropiada y un poco de imaginación. Al terminar de lavar los platos, eché a volar mi mente. Déjenme contarles de cómo saqué el jugo al refrigerador para cinco días

Día uno: si tienes unos perfectos tallarines que te sobraron y te salieron al dente y aún sirven para el diente, mi consejo es mezclarlos con una barrita de mantequilla, queso y un poco de orégano, unas tiritas de queso y jamón, si es que el bolsillo lo permite, y tendrás el almuerzo del lunes. Unos sabrosos tallarines con mantequilla, estilo casero.

Día dos: si aquel atado de espinaca verdosa no pudo convertirse en ensalada, pues transformémoslas en unas suculentas torrejitas agregando una cebolla y un tomate que nunca faltan en casa; acompañémoslas con un arrocito graneado y con lo restante hagamos nuestra ensalada, y tenemos el plato del día martes. Ni Popeye se resistiría.

Día tres: le toca el turno a los pedazos de carne que éste enrollado dejó. Una buena idea es picarlo en cuadraditos y con la ayuda de unos tallos de cebollita china, un huevo, un puñado de arroz y un chorrito de sillau podríamos crear nuestro propio arroz chaufa. Te encantará.

Día cuatro: imitando aquel sabroso enrollado de pavo que nos quedó, probemos hacer el nuestro con las masitas de wantan y la carne sobrante del enrollado, y sino sobró, cien gramos de carne molida pueden ser el relleno perfecto al freírlos en aceite bien caliente previamente sazonados con sal y pimienta. Ponga usted a freír esa papitas cocktail que quedaron de la cena del domingo ya que acompañando los enrollados quedarán esplendidos en su boca. Pique un poquito de perejil y adorne. Un poco de calorías no hace daño en este crudo invierno.

Día cinco: engríase con un millkshake de selva negra. Si no lo ha hecho, vaya ahora mismo a cortar en pedazos esas porciones, agregue leche a discreción, unas gotitas de vainilla y hielo picado. Licuar a velocidades intermedias para que quede espumoso y sirva en un vaso alto para impresionar. El tamaño importa.

El trabajo es extenuante pero gratificante al fin. Las comidas no son mi fuerte pero el empeño que le puse hizo su parte y ahora, como jefe de informaciones de este diario, creo que realmente debo seguir algunos cursos de cocina. Creo que me defiendo. Por lo pronto, ese arroz blanco y esos frijoles canarios que están en mi cocina combinarían a la perfección como tacu tacu con una milanesa de acompañamiento. ¿Deseas probar?