jueves, 2 de octubre de 2008

Más fuerte que la sangre


No me culpen por lo que hice. Ella era todo para mí. Nunca asomaba una pizca de amargura en nosotros. Dios, ¡no puedo seguir vivo! Solo deseo que él que lea esta carta sepa comprenderme.

Tú fuiste la razón de mi vida. ¡Por qué me engañaste, puta desgraciada! Nunca te di motivos, tú tampoco. Nunca di tanto amor a nadie. Me confesaste lo mismo… pero no. Guardaste lugar en tu corazón para uno más al que dabas todo, y yo era el pobre y miserable al que obsequiabas migajas de cariño. No podías estar conmigo mucho tiempo y compartir el amor que te profesaba. ¡Tu maldita mentira descubrí!!!

Te seguí, te interrogué. No me convenciste. Y tuve que matarte porque mentías... ¡mentías! Me dolieron los hachazos que salpicaban tu sangre en mi rostro. No podía tenerte ni tampoco nadie lo haría. El bosque a medianoche fue testigo. ¡Pregúntale si no te amé!

No puedo dejar de llorarte, te recuerdo siempre tan niña, tan mía. Te enterré allí donde solíamos pasear por entre árboles de olivos. Cavé tu propia tumba. Siempre te visito. Nadie sabe el por qué aparecen cada 24 de noviembre un ramo de rosas blancas en medio del bosque……..

Querido lector, suplico que me entregues. Debo pagar castigo y eres el juez de mi destino. No dejes escaparme sino te convertirás en mi cómplice, y no podrás dormir en vida tranquilo pensando por qué callaste….

Joaquín Manchego
Pasaje Monte Cristo 146- Dpto. 44
Cercado de Lima
Lima, 24 de noviembre de 1975